Hace unos días una cliente (se va a llamar Sabrina) me pidió que la ayudara a elegir un vestido para una boda en Cartagena. Las indicaciones eran sencillas: debe ser un vestido largo, de acuerdo a las exigencias del código de vestimenta presente en la invitación, pero por el lugar puede ser colorido y fresco. Encontrar un vestido con estas características no debería resultar difícil, pero lo fue. Para darles un adelanto de cómo va a terminar esta historia: ¡no lo encontramos!
Cuando hago estas búsquedas siempre hablo con mi cliente y hago algunas preguntas que son fundamentales para encontrar el vestido perfecto de acuerdo a su personalidad y estilo, y por supuesto que vaya en línea con el evento y sus anfitriones. Dentro de este ligero cuestionario averiguo el presupuesto, la idea que tiene esta persona en su mente sobre cómo quiere verse ese día, y hago un rápido análisis de cuerpo y color para acertar resaltando lo mejor de esta mujer.
Comenzamos nuestra ronda en el centro comercial El Retiro de Bogotá. Visitamos varias tiendas de marcas independientes. Luego, al ver poca oferta, decidí llevarla a donde diseñadores colombianos, ya que consideré que era la única opción viable para encontrar lo que ella estaba buscando; y además siempre trato de apoyar el talento nacional, porque considero que es espectacular. En la primera, una de mis favoritas, decidieron no tener ningún vestido largo "porque las clientas dicen que les quedan muy largos, así que mandamos a cortar todos los vestidos a la rodilla. Sólo hay cortos. Depronto en unas tres semanas sale una nueva colección." Primera desilusión, y un poco de vergüenza con Sabrina. Strike 1. Salimos de esta sofisticada boutique hacia el oriente y continuamos la búsqueda en la tienda de un reconocido diseñador caleño. En su inventario no había ni un vestido largo, y sólo existían tres opciones de faldas, todas de tallas mínimas. Mi clienta es talla 10 normalmente, y la falda talla 10 (supuestamente) no superó sus rodillas. La solución ofrecida por la amable vendedora (eso hay que reconocerlo) fue mandarla a hacer. Pero ¿cómo vas a mandar a confeccionar una prenda que no pudiste ni sentir sobre tu cuerpo? Segundo strike. En la siguiente tienda no había ningún vestido en tallas superiores a la 6 y no había pronóstico cercano de llegada de nuevos modelos. Tercer strike (quedaste out!).
Para concluir y no aburrirlos les resumo que luego de entrar a TODAS las boutiques de diseñadores locales presentes en la zona T y alrededores salimos con las manos vacías. No miento, entramos a todas porque las conozco todas.
No había vestidos largos. Los que tenían algo no tenían tallas normales, ¡porque una talla 10 no es una talla plus ni mucho menos! Sabrina estaba dispuesta a gastar un buen presupuesto en un vestido que la hiciera sentir como una diosa y que fuera un tesoro nuevo para su clóset. ¿Cuál fue la solución? Comprar un vestido en Estados Unidos por internet. Menor precio, y con las características que ella soñó.
Diseñadores colombianos: recuerden que para subsistir tienen que vender. El arte es un negocio si hay quien lo compre. Escuchen los deseos, frustraciones, sueños e inquietudes de sus clientes, y no sólo a los caprichos inmersos en su cabeza y corazón.
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